Carmen Paula Bermúdez. La erótika cuántica de Jorge Carruana

La erótika cuántica de Jorge Carruana

Carmen Paula Bermúdez

 

Jorge Carruana Bances (La Habana 1940 ― Roma 1997) es un artista sorprendente y desconocido. Hombre de la gráfica, la pintura y el cine, pertenece a la misma generación de Luis Cruz Azaceta, Umberto Peña, Rafael Zarza, Muñoz Bach, Juan Padrón, Tulio Raggi y un largo etcétera de creadores destacados. Sin embargo, pocos conocen (o pocos han querido decir) que Jorge Carruana fue quien diseñó el cartel, los créditos mecanografiados y la máquina que caga bustos en serie de la película La muerte de un burócrata (1966), hito de la cinematografía de Cuba.

Esta máquina la construyó Carruana a pedido del director Tomás Gutiérrez Alea, pero la hizo con sus manos y mucho ingenio, ensamblando piezas de aviones derruidos: recuerda a la máquina enloquecedora de Chaplin en Tiempos Modernos y a la escultura móvil de Tinguely Homenaje a Nueva York que se autodestruía en el jardín del MOMA en 1960.

Al inicio de la película, la máquina se traga a Paco, su operario ejemplar y lo convierte en busto, desencadenando una serie de infortunios, de situaciones absurdas: en consecuencia, el aparato siempre se ha visto como máquina infernal pero ―¿y si lo vemos como máquina amatoria, esa que en su ardiente impulso hacia el otro lo devora, liberándole de su rutina y devolviéndole a la vida transformado?

Lo cierto es que cuando el operario-amante muere, la máquina de formas redondeadas y largos tubos se autodestruye, con mucho humo, temblor y estruendo, en una especie de orgasmo auto provocado. Al fin y al cabo, la máquina y el filme, son las criaturas de unos artistas jóvenes y caribeños, en plena década del sesenta.

Y en los sesenta ―ya sabemos― el mundo estaba alborotado, en el aire no sólo flotaban los aviones espías y los satélites: también los besos de cine de Marilyn, los apasionados discursos políticos, la mariguana y el perfume francés, las canciones de los Beatles en la radio y las vocecitas de los personajes de Disney y de Hanna-Barbera haciendo travesuras por la tele. 

En Estados Unidos el Movimiento por los Derechos Civiles cobraba fuerza y los hippies pedían al mundo hacer el amor, no la guerra. En Francia, los estudiantes tomaron las calles con el mejor espíritu de Montmartre, de la Bastilla: arremetían contra la falta de libertad, las dictaduras de cualquier tipo y el conformismo generalizado. El drama de la Crisis de los Misiles (1962) que tuvo como punto neurálgico la estrenada Revolución Cubana enfrentando a los Estados Unidos con el bloque de países socialistas liderados por la URSS, había dejado la sensación en la mayoría de las gentes de que el mundo, con el simple toque de un botón, podía estallar para siempre. Así que era mejor bailar y hacer el amor con ganas.

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Jorge Carruana es un espíritu libre y un animal erótico. En su pintura el sexo es explícito y con mucho color. Es obvio su interés por la expresión carnal del amor, o del deseo. A diferencia de otros artistas él no oculta, ni pone velos, no desenfoca la escena, al contrario, muestra sin obstáculos la unión de los cuerpos masculinos y femeninos entregados por igual al goce sexual, en esto se emparenta con los dibujos eróticos de Rafael Zarza y con la sexualidad turbulenta de un Carlos Enríquez. En Carruana no hay toros calientes, ni raptos de mulatas; sí, masturbación, fellatio, posturas lascivas y muchísima penetración entre sexos opuestos, como si el mundo se creara mientras un hombre y una mujer se aparean, o mientras quede alguien para imaginarlo.

Son muchas las cartulinas y lienzos del artista donde el acto sexual, por su propia energía orgásmica pone a girar todo lo existente, el mundo real, el inventado, la historia pequeña, la Oficial, los objetos, el tiempo pasado y el que está por llegar. Quien asoma la cabeza en las estampas de Carruana puede perderla en un segundo: no sólo ve a los amantes gozando, también a Mickey Mouse, Lenin y el comunismo, música de película, el perro de Pavlov, un tostapane, palabras que vuelan y la madre de los tomates… 

Se me antojan estos amantes de Carruana un potente acelerador orgánico de partículas –perdonen– de imágenes, capaz de ponerlas a girar a veinticuatro millones de revoluciones por minuto, creando un palimpsesto animado, risueño, delirante. Como realizador de películas de animación, este artista intuye lo mismo que los físicos-cuánticos: vivimos en un multiverso inquieto, o conjunto de universos paralelos que en un punto dado ―llamémosle G― y por causa de una fuerza cósmica misteriosa pueden yuxtaponerse, confundirse y felizmente copular.

Psicodélica*. Un saludo vigoroso y elegantísimo a Roma, la ciudad que lo acoge en 1970 y que será la residencia definitiva de Jorge y de su esposa, la importante actriz de teatro y cantante Myriam Acevedo, desde que se exiliaran de Cuba dos años antes. El pintor apenas tiene treinta años, está feliz celebrando su escapada, su amor en Italia. Pinta con tempera falos monumentales cual lámparas de fiesta, senos cubiertos de chocolate, penes confundidos en un diseño textil, una cópula en close-up y especialmente un bidet fantástico de cuyo centro sale erguida una verga.

Antiguamente en Roma, nos cuenta Pierre Grimal, las gentes colocaban falos gigantes en los cruces de camino para espantar el mal de ojo, los campesinos los usaban en sus sembradíos para garantizar la cosecha y en todas partes aparecían imágenes en grande y en pequeño de Mutunus Tutunus, la potencia viril adorada por los romanos antes del culto a Venus. Era costumbre en el día de la boda que la novia se sentara sobre un falo de piedra colocado en la alcoba, debía ofrecer su virginidad al dios de la germinación para después, honrar al marido.

Esta serie es bellísima y habla del deseo, de su nacimiento y satisfacción, de la mirada masculina erotizada hacia la mujer. Sin romper el punto de oro, la unidad espacial tradicional, estas pinturas deben al arte óptico y al pop en boga por los efectos psicodélicos (logrados en la serie Ovni, 1968), el uso de los colores hot, contrastados y en banda ancha, y también, a los hermosos carteles cubanos para el teatro y el cine (ICAIC) en esta época.

Palmas. Una serie que el artista dividió en tres partes y que fue realizando en los primeros años en Roma, en un tiempo de nostalgia por Cuba, de adaptación a la vida europea y de confrontaciones políticas y temor como exiliado. Son temperas sobre cartulina de mediano formato, algunas fueron versionadas por el artista en acrílico sobre lienzo, a raíz de su primera exposición en 1977 y forman parte de la colección de la Galería Rondanini, Roma.

Jorge Carruana empieza a dinamitar el espacio lógico de la representación en favor de los tiempos narrativos, la teatralidad simbólica de las escenas. Sobre todo Palmas 1 es como un gran coitus interruptus por la violencia, la violencia de un poder ajeno a la intimidad del amor. El poder enseña sus símbolos que se hacen recurrentes: la oreja, el zepelín, las puertas que se abren, las ventanas rotas, la bota militar, este poder quiere interrumpir el sexo, la intimidad de la pareja o del hogar, es tan fuerte que hace que los cuerpos humanos se dobleguen, los cristales estallen y las palmas (árbol nacional de Cuba) deformen sus troncos como si estuvieran gritando.

Tiene una obra donde muestra el miedo de los amantes que se sienten vigilados y quisieran ser como un gran camaleón para huir de esa realidad y poder entrar en otra (Coppia che scopa e camaleonte). El artista pide ayuda al espectador con ironía usando el recurso de las tijeritas y/o los puntos discontinuos, como diciendo: “Por favor, recorte por aquí.”

Si en Palmas 1 y Palmas 3 siempre aparece la pareja y la cópula, en Palmas 2 el pintor se recrea en la figura femenina: es un canto a su poder de seducción, su misterio: en este aspecto la serie es comunicante con Psicodélica, aunque los colores están rebajados, enfriados. Se hace patente la idea del artista de que el ser humano ennoblece el espacio donde está llevando consigo su porción de paisaje, ―algo semejante creía Carlos Enríquez―. Entre las piernas de una bella mujer, (los zapatos de tacón, las medias oscuras, los ligueros, son fetiches del artista y coinciden con los del cine italiano), Carruana descubre el edén al igual que Courbet en el xix con El origen del mundo y Charles Camoin en La Saltimbanque au repos (1905).

La manera de trabajar la figura femenina ―línea fluida, elegancia, el rosa para el área de la piel― recuerda a las chicas dibujadas por Massaguer a inicios de la República, el concepto general que gusta de la diagonal, los ángulos y la dinámica compositiva, debe a la Revista Social, a las portadas de Bohemia de finales de los años 30. Carruana había estudiado diseño gráfico y pintura en la Escuela de San Alejandro entre 1954-57 y años después colaboraría como ilustrador para la propia Bohemia, entre otras publicaciones.

Entre 1979 y 1989 la obra del artista se muestra en su mayor apoteosis y esplendor. Carruana trabaja como realizador de un largometraje de dibujos animados en 1978 para la Lodolofilm Produzione, antes había hecho spots para la RAI y es invitado a varias exposiciones importantes donde no sólo muestra su trabajo también lo confronta con el de maestros de la talla de Joan Miró, Tàpies, Reyberolles, Calder, Jorge Camacho, entre otros.

El pintor se siente seguro, libre para expresarse como le viene en gana, de manera que comienza a emplear en sus pinturas la técnica de la animación que es la sobreimposición de transparencias, véase por ejemplo, Coppia Marrone con elementti colorati de la serie TA (1979-1991) o Fondo ocra-verdastro con sessi ed elementti colorati de Fumetti, sesso e guerra (1981-1987): logra la convivencia de dos o más imágenes, de dos o más realidades que luchan por ser o hacerse ver al mismo tiempo, toda vez que continúa con la asociación libre ya presente en Palmas… y que proviene, básicamente, de la caricatura y del surrealismo. 

El efecto general es sorprendente, deja boquiabierto al espectador obligándolo a salir de su zona de confort mental, por ejemplo, Pavlov dog e Lenin, Donna rosa porta blue. El colorido es firme, luminoso: carga todas las estampas de una positividad, de unas ganas de vivir, que son las mismas que transmiten las películas de dibujos animados de Disney, los filmes musicales de un Jacques Demy.

Una de las notas más altas del arte de Jorge Carruana se encuentra en las cartulinas realizadas entre 1981 y 1983 para su serie Fumetti, sesso e guerra, tres asuntos caros al artista cubano. Cuando Jorge nace la Segunda guerra Mundial estaba apenas comenzando y en el cine se estrenaba Fantasía de Disney. Para Disney el dibujo animado no tenía fronteras, pues era todo lo que el cerebro pueda concebir y la mano, dibujar. Esta misma libertad, este desprejuicio de conceptos, lo exhibe el pintor caribeño en sus obras de este período, en la cuales conviven humorísticamente parejas que se desean y copulan, con las travesuras de los muñequitos norteamericanos (específicamente los preferidos por Jorge en su niñez: Mickey Mouse y Pato Donald), los aviones, las cafeteras, los símbolos comunistas y capitalistas, los tomates, en fin, eso que llamo al principio un palimpsesto delirante, una erótica cuántica al “aparear”, con vivacidad, imaginarios tan distintos.

Los amantes el pintor los extrae de las imágenes porno, las estampas de alcoba del Antiguo Japón, probablemente del cine de Pasolini (Las mil y una noches), Resnais (Hiroshima mon amour), Oshima (El imperio de los sentidos) con presencia en la sala grande y a partir de ahora en la pequeña, gracias a los reproductores de vídeo. En 1981 el filme Con fuego en el cuerpo, inaugura el nuevo cine negro hollywoodiense o thriller erótico que gozará de gran popularidad durante toda la década.

Obras como Donald con fellatio ―en la que la intensidad del placer tiene un eco en la descomposición de la risa del pato Donald, y Fondo rosso Topolino e coppia che scopa verde, en la que la exuberancia del calzón rojo de Mickey va ocupando la totalidad de la escena hasta salirse del cuadro, producen el mismo encantamiento visual de iconos contemporáneos, tales como las Campbell Soup de Andy Warhol, o los paneles que está pintando Keith Haring en esos momentos en el metro de Nueva York.

Sus series Erotismo (1986-1989) y Erotismo bianco e nero (1988- 1989) se solapan en el tiempo con las dos series anteriores, pero se distinguen de ellas por el empleo del aerógrafo y por la gama cromática (Donna pera ed elementti colorati). El colorido continua brillante pero tiende a las armonías, a los tonos apastelados que recuerdan el rococó, el orfismo francés, mientras en Fellatio Green, yellow, blue, serie en blanco y negro hace algo semejante a Girona en sus Apuntes de la Guerra: emplea el efecto retícula propio del grabado y convoca los colores en la mente del espectador escribiéndolos sobre la cartulina. Ahora el artista busca más los efectos pictóricos e incluso, las claras referencias a otros pintores: Tamara de Lempicka, Brueghel, De Chirico, Modigliani, etc.

Es posible que algunos de estos cambios en su obra tengan relación con la joven artista francesa Hèléne Morió, que comienza a ser su colaboradora y amiga, también con la corriente principal del arte en estos momentos que es el post modernismo y que licencia a los artistas a abastecerse ―sin culpa― de los productos necesarios en el Gran Supermercado de la Cultura. No obstante, cuando las parejas del cubano tienen sexo y ponen a flotar todo a su alrededor, el peso de la Historia no es el mismo que el que planea sobre los amantes de Jörg Inmendorff en su Café Deutschland (1978).

Jorge Carruana fallece con 57 años, víctima de cáncer de colon, sus obras del último periodo, es decir, entre 1990 y 1997, dan cuenta de su lucha y sufrimiento. Para él, el mejor valor que tiene un hombre es su propio cuerpo y su cuerpo está invadido completamente por una terrible enfermedad. Alrededor de 1988 se advierte un cambio de firma, un desplazamiento de la mirada erótica hacia el sujeto masculino (Serie Erotismo Maschile) y un giro grande en el tono general de sus cuadros que van haciéndose tristes, apagados 13 y sarcásticos, lejos de la vitalidad que normalmente exhibían. En su mini-serie Puntini, los puntos negros ocupan toda la superficie como una lluvia de mal augurio (Take it Pavlov, With Love, Johny) o se concentran dentro del cuerpo masculino como presagio del mal: tiene unas seis cartulinas en las que un hombre con priapismo (pene erecto, inflamado por el cáncer u otra enfermedad), está de pie completamente desnudo, solo en una habitación: el artista va cambiando la gama de colores como si fuera un decorador de interior, pero el desgarramiento humano se percibe.

Hacia 1992, el mundo ya no es el mismo que en los ochenta. Se han derribado muros (Berlin, 1989), han dejado de existir fuertes uniones políticas (desintegración de la URSS), han cambiado las fronteras y se han derrumbado grandes sueños de la Humanidad como el de la Sociedad Perfecta y el Hombre Nuevo. Jorge Carruana tampoco es el mismo, sabe que se está muriendo, da cuenta de ello inequívocamente en su serie Numeri Seriali pintada con aerógrafo sobre un soporte de madera.

Vuelve el hombre desnudo, exponiendo su cuerpo joven y hermoso ante la mirada ajena, ya no busca placer sino que se retuerce, agoniza y cae como un guerrero de la Hélade. Carruana hace una suerte de kabuki occidental al teatralizar su agonía y pintar en un lenguaje expresionista la lucha entre su impulso de vida (Eros) y la poderosa sombra de la muerte (Tanatos). Los números aquí no son de capricho sino de cábala, los colores negros, violetas, azules agrisados, remiten a lo fúnebre, mientras el cartel The End ensangrentado, nos avisa con mordaz ironía del fin de la representación de su vida.

Legno distorto. Es la última serie que pinta Carruana y es como un repaso de las páginas del libro de su vida, debo recordar que su madre, cuando Jorge era niño, se ganaba la vida encuadernando libros. Aquí no recurre al palimpsesto de imágenes pero si a su cercanía y solapamiento, como estampas o ilustraciones dejadas al azar en una mesa. Hay una pregunta por el paisaje que siempre ha estado en el arte de Carruana ―quizás en muchos artistas cubanos de su 14 generación― como si el paisaje ya no pudiera ser salvo un fragmento, o un deíctico de lo natural como una vaca, por ejemplo. Creo son un homenaje a Warhol y al paisaje pintado holandés con el humor típico de Carruana.

Legno distorto es una despedida con mucho color y luminosidad, semejante a una bonita historieta para niños. El mundo de los dibujos animados, las películas de vaqueros, el cine negro de los cuarenta (Casablanca) en los que el erotismo era velado pero muy potente, las historietas norteamericanas a lo Dick Tracey, las postales soleadas de Cuba, concurren aquí para rememorar la infancia del artista. Carruana utiliza las citas del último Van Gogh, su campo de trigo, su bosque de abedules por donde pasean los amantes, o sencillamente dos pajaritos mojados por la tormenta, para decir adiós tal como vivió: con elegancia y una sonrisa inteligente.

 

* Jorge Carruana Bances no nombró ninguna de sus series u obras con temáticas parecidas (en este prólogo todas en negritas), salvo Palmas, de alrededor de los años 70s. Esta “inscripción” fue hecha a posteriori por los herederos para hacer más fácil la gestión crítica. Este ebook respeta esta inscripción hecha por la familia del pintor. (NdelE.)

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Estate Jorge Carruana Bances